Atención residencial y servicios domiciliarios: nuevos retos
Principios del 2020 y la pandemia por Covid aparece en nuestras vidas. Entre otras muchas cosas, esta enfermedad pone al descubierto para buena parte de la sociedad las vulnerabilidades del modelo de atención residencial para mayores (masificación, falta de medios, etc.) que se traducen en una atención escasamente individualizada. En España, al igual que en otros países de nuestro entorno se empieza a repensar el modelo de atención para mayores.
Junio de 2022. El Gobierno logra aprobar el nuevo modelo de residencias y de atención a la dependencia en el Consejo Territorial de Servicios Sociales. Un documento en el que se establecen los nuevos requisitos mínimos necesarios para la acreditación y control de calidad.
Algunos ejemplos entre los cambios aprobados, en lo que a los centros residenciales se refieren, son que los nuevos centros no podrán superar las 120 plazas y deberán tener al menos un 65% de habitaciones individuales y un cuidador por cada dos internos. Todo ello con el objetivo de que la residencia se parezca lo más posible a un "hogar" y que la vida de las residencias se organice en pequeñas unidades de convivencia, con un máximo de 15 personas. Asimismo se facilitará el trasladar muebles y objetos personales a la residencia y se suprime el uso de sujeciones físicas, químicas o farmacológicas salvo situaciones excepcionales.
Más allá de las residencias
Pero el documento no habla solo de residencias. También promueve la mejora de los centros de día, los servicios de ayuda a domicilio y la teleasistencia, para que los mayores puedan permanecer el mayor tiempo posible en sus domicilios. Algo por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuesta desde hace años.
Apuesta que es ineludible priorizar para respetar el deseo mayoritario de las personas mayores de permanecer en su hogar el mayor tiempo posible.
Este reto se lo tomaron ya en serio en países nórdicos como Dinamarca o Suecia hace unas décadas. En estos países las políticas de atención a las personas mayores y con discapacidad están orientadas a hacer posible que puedan seguir viviendo en su casa o en otra parecida, en el mismo barrio. Incluso cuando los requerimientos de ayuda sean elevados. El objetivo de la desinstitucionalización fue tan importante que se invirtieron muchísimos recursos en crear una amplia gama de servicios, productos y tecnologías de apoyo, así como diferentes tipos de viviendas con servicios.
Servicios domiciliarios
En su experiencia, los servicios domiciliarios son una pieza clave para retrasar o evitar la institucionalización. Igual que, sí o sí, las residencias se deberían adaptar lo más posible a las necesidades de los residentes, también los servicios domiciliarios deberían ser lo suficientemente flexibles como para responder a las necesidades y preferencias de los que los reciben. Las preferencias mayoritariamente detectadas entre los receptores de estas ayudas son tan razonables como que la ayuda la preste un número limitado de profesionales. Otras demandas son que el horario en el que se va a prestar esté adaptado a las rutinas personales, o saber con antelación quién es la persona que va a ir cada día. Hablamos de poder influir sobre qué tareas domésticas son prioritarias realizar y cómo realizarlas. Y que mientras no se superen las horas de servicio adjudicadas, tengas el derecho a sustituir unas tareas por otras. Puede ser que un día tu necesidad no sea tanto que se hayan limpiado los cristales de casa, como que te saquen a dar un paseo, por ejemplo.
Servicios de proximidad
Pero es que incluso antes que los servicios domiciliarios, contar con lo que se llama “servicios de proximidad”, ha demostrado retrasar tanto la necesidad de la ayuda a domicilio como el ingreso en una residencia. Ejemplos de estos servicios implementados en estos últimos años en Suecia, son servicios de limpieza y retirada de nieve, suministro de compras y medicamentos, excursiones en grupo... Y también servicios gratuitos de tipo preventivo, orientados a prevenir caídas. Por ejemplo, ayuda para colgar cortinas, cambiar bombillas, fijar cables, y otros arreglos domiciliarios para evitar tropiezos.
Hay más recursos: actividades preventivas como las visitas domiciliarias por parte de los municipios a octogenarios y viudos mayores de 65 años, transporte subvencionado o comidas a domicilio. Otros servicios pueden ser el relevo del familiar, productos de apoyo (asideros en el baño, camas articuladas, aspiradoras robot…).
No sólo hay más, habrá más. Y será así en la medida en que los servicios disponibles se vean reforzados en los próximos años por el aluvión de innovaciones tecnológicas que están llegando: sensores en domicilio, rastreadores GPS, aplicaciones para proporcionar contacto entre las personas mayores y voluntarios locales...
Del mismo modo que otras opciones como el cohousing han llegado para quedarse y evaluar nuevas formas de autonomía, y sobre todo de seguir eligiendo cómo vivir. El modelo ya se está repensando. Toca no quedarse atrás a la hora de implementarlo.
¿Brecha o abismo digital?
Mi sobrino de 15 años “wasapea” periódicamente con su abuela, que ya ha cumplido los 80. Él nació con una tablet en una mano y un smartphone en la otra. Ella tuvo que desprenderse de todos sus miedos, carencias y complejos para aprender. Obligada por las circunstancias de vivir en ciudades distintas, algo que nunca pensó que tuviera que aprender para poder comunicarse con su nieto, salvando así el abismo digital que les separa.
Es evidente que vivimos en una sociedad digitalizada. A excepción de las compras por internet, las cuales podrían ser incluso prescindibles, cosas como pedir cita en el médico, realizar gestiones con la administración o recibir y pagar los recibos de las empresas suministradoras son gestiones que en muchos casos ya no se pueden hacer de forma “analógica”. Esto nos obliga a todos a realizarlas a través de un ordenador o un teléfono con conexión a internet.
Para mi sobrino, cualquiera de estas acciones resulta algo normal. No en vano es un “nativo digital” como se denomina a los nacidos en esta era hiper tecnológica. Pero para mi madre, su generación y generaciones aledañas supone un grandísimo esfuerzo cuando no una tremenda desesperación y frustración por no tener los medios y/o conocimientos necesarios para poder hacer ese tipo de tareas y gestiones sin ayuda.
¿A qué denominamos “brecha digital”?
Hablar de “brecha digital” es sinónimo de desigualdad en el acceso, uso o impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales determinados en base a criterios económicos, geográficos, de género, de edad o culturales.
Esta brecha se ha acrecentado a raíz de la pandemia en la que la única posibilidad de hacer determinadas gestiones ha sido (y sigue siendo) a través de internet. Una brecha que tienen que salvar muchas abuelas y abuelos, o madres y padres en su día a día y en tareas imprescindibles. Una brecha que en ocasiones se convierte en verdadero abismo debido a la imposibilidad de hacer determinadas gestiones de una forma que no sea exclusivamente de forma “digital”.
Innovación + tecnología = mejor servicio
Evidentemente los avances y modernizaciones de la tecnología nos hacen, en la mayor parte de las ocasiones, ahorramos tiempo y recursos. Además, ganamos en comodidad… siempre y cuando sepamos realizar las tareas y dispongamos de los medios necesarios a nuestra disposición para poder realizarlas.
Lo que ha ocurrido es que la evolución de la tecnología ha sucedido muy rápido. No nos hemos preocupado de poner los medios ni de enseñar a nuestros mayores y/o a los colectivos más vulnerables que por circunstancias sociales, económicas o geográficas no han podido acceder a formación en competencias digitales.
Tipos de brecha digital
Podemos decir que existen tres tipos de brecha digital:
- Brecha de acceso. Tiene que ver con las posibilidades que tienen las personas para acceder a los recursos digitales como puede ser una conexión a internet (todavía hay pueblos en España que carecen de cobertura). Dependerá básicamente de temas socioeconómicos.
- Brecha de uso. En este caso hablamos de la falta de competencias digitales de las personas que impide el manejo de la tecnología.
- Brecha generacional. La población más envejecida, que ha llegado algo más tarde al cambio y, por tanto, no ha recibido ningún tipo de formación en competencias digitales. Una brecha que se acrecienta todavía más si a este factor de la edad unimos las desigualdades económicas y geográficas. Pero no sólo los mayores, también los más jóvenes encuentran peligros que les dejan fuera de juego.
Consecuencias de la brecha digital
La discriminación tecnológica es una forma de pobreza y exclusión social que priva a algunos ciudadanos de recursos esenciales para el desarrollo normal de su vida. Lo que ocurre por ejemplo en lugares remotos de nuestra geografía donde no hay acceso a internet. Esa carencia provoca falta de comunicación y aislamiento en la población.
Genera también una barrera a los estudios y al conocimiento y acentúa las diferencias sociales, ya que el analfabetismo digital reduce las posibilidades de encontrar empleos de calidad lo que tiene un impacto negativo en la economía de los trabajadores.
Discriminación de género. La brecha digital afecta negativamente a las mujeres más que a los hombres, lo que viola los principios de igualdad de género. Y finalmente tenemos una discriminación por edad ya que las personas más mayores no han tenido la oportunidad de acceder a las competencias digitales y, sin embargo, se les exigen esos conocimientos para realizar tareas imprescindibles en el día a día.
¿Cómo podemos reducirla?
Es una tarea que no resulta nada fácil ya que hemos permitido que la brecha haya crecido mucho, pero para reducirla deberíamos:
- Crear infraestructuras en aquellas zonas donde la accesibilidad a los servicios de internet sea más difícil o imposible. De forma que toda la población tenga acceso a internet.
- Poner en marcha programas de formación dirigidos a colectivos especialmente vulnerables: personas mayores, trabajadores con bajo nivel de estudios, personas con discapacidad…
- Inversión en digitalización de las empresas y para conseguir soportes técnicos de calidad.
Debemos actuar con la mayor velocidad posible para que esta brecha no se convierta en un abismo insalvable ya que la tecnología no espera y la cantidad de procesos en los que resulta imprescindible el dominio de las competencias digitales crece día a día.
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Telemedicina, eSalud y teleasistencia
Los tiempos han cambiado y con ellos las herramientas que disponemos para realizar determinadas tareas como en este caso la vigilancia y el control de nuestra salud.
Vamos a hablar de recursos que, si bien ya existían, su uso ha crecido exponencialmente gracias, o más bien por culpa, de la pandemia. Nos referimos a la Telemedicina, la eSalud (o la prevención y cuidado de la salud mediante la tecnología) y la Teleasistencia.
La demanda de estos recursos en los últimos meses se ha disparado incrementándose las consultas telefónicas o videoconsultas más de un 150%.
Aunque los términos están relacionados, hablamos de recursos totalmente diferentes que se utilizan para necesidades y situaciones distintas.
Terminología: eSalud, telemedicina y teleasistencia
La eSalud es el término bajo el que se agrupan el conjunto de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) que se emplean en el entorno sanitario en materia de prevención, diagnóstico, tratamiento y seguimiento, con el fin de conseguir una gestión más eficiente de la salud y un diagnóstico óptimo.
Dentro de ella se incluyen diferentes productos, servicios y herramientas para la salud, como aplicaciones móviles, la telemedicina, los dispositivos wearables, el Big Data, realidad aumentada y virtual o el IoT.
Cuando hablamos de Telemedicina nos estamos refiriendo a la atención en consultas médicas en remoto, a través de las TIC, sea vía llamada telefónica, videollamada, whatsapp o correo electrónico. Es utilizada sobre todo para patologías leves o ya diagnosticadas y para controles periódicos.
Los usuarios se muestran interesados en utilizar este recurso en los casos que comentamos ya que al evitar la visita presencial resulta mucho más cómodo para ellos.
Renovar una receta, recoger una analítica o realizar una consulta sobre alguna patología ya tratada y que no requiera de pruebas o contacto directo, sí se puede hacer de forma remota. Además consigue que tanto el paciente como el médico ahorren tiempo.
Aunque la telemedicina es una herramienta muy eficiente, ya que alivia la red sanitaria, no olvidemos que estamos hablando de recursos complementarios y que hay muchos casos en los que es necesaria la presencialidad. En el caso de enfermedades graves o cuando sea necesaria una exploración física la telemedicina no es una herramienta adecuada y resulta imprescindible que la forma de actuar sea la clásica presencial.
Teleasistencia
Por otro lado, la Teleasistencia consiste en un servicio de atención integral e inmediata que, ante cualquier emergencia que suceda a lo largo de las 24 horas, pone en marcha los recursos necesarios para prestar ayuda al usuario.
Los grupos a los que va dirigido este recurso no se limitan a las personas más mayores, ya que cualquier persona con un cierto grado de dependencia o discapacidad puede beneficiarse de la seguridad y tranquilidad que le aporta este tipo de herramienta.
En función del sistema elegido la protección puede recibirse en el hogar o también fuera del mismo empleando sistemas que utilizan la geolocalización y que permiten el control en tiempo y espacio real del usuario.
El objetivo principal de esta teleasistencia es mejorar la autonomía y la independencia de las personas, pero también resulta muy útil para prevenir la soledad y el aislamiento.
¿Qué futuro les espera?
Obviamente los tres recursos de los que hablamos no resultan una novedad, ya estaban entre nosotros, pero sí es cierto que por culpa de la pandemia su implantación o desarrollo ha experimentado un crecimiento exponencial y han colaborado, cada uno en su medida, a facilitar las tareas a médicos, las visitas a los pacientes y a liberar de carga a nuestro sistema nacional de salud en una época de saturación.
La digitalización es imparable en todos los sectores y se prevé que, sin sustituirla, cada vez complemente más la asistencia sanitaria.
Las nuevas tecnologías, en continuo crecimiento, trabajan para crear nuevas herramientas que ayuden a mejorar la vida de los pacientes en todos los ámbitos sanitarios. Ayudarles a que se cuiden es nuestro mayor objetivo desde ViveLibre.
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El impacto de los sistemas de monitorización en personas con discapacidad o dependencia II
En nuestro primer artículo hemos querido destacar los diferentes tipos de sistemas de monitorización que contribuyen ya hoy a mejorar nuestra autonomía y bienestar, especialmente en las personas con discapacidad o dependencia.
A continuación queremos exponer algunos ejemplos que ilustran el impacto de la tecnología en la vida de las personas para ver qué tendencias existen en la actualidad y por dónde van a seguir evolucionando estos sistemas.
Wearables: más y mejor
Una publicación canadiense de 2016 analizó la facilidad de uso y la utilidad de los medidores de actividad o wearables, para los adultos entre 52 y 84 años con alguna enfermedad crónica. Antes de su participación, pocos conocían los wearables. A la mayoría le había pedido un médico que hiciera más ejercicio y citó esto como una motivación en las pruebas de los dispositivos. Tras el experimento, ninguno de los participantes se planteó comprar un podómetro, citando como motivo la poca precisión y la pérdida de datos. Mientras que el 73% afirmó que quería comprar un wearable más sofisticado.
Los investigadores concluyeron que, para los adultos mayores con alguna enfermedad crónica, los medidores de actividad son percibidos como útiles y aceptables. Y que los nuevos usuarios pueden necesitar apoyo, tanto para configurar el dispositivo como para aprender a interpretar sus datos.
Por otro lado, la consultora e-Marketer que se dedica a analizar estudios de mercado publicó que existe una importante tendencia de los adultos mayores hacia la adopción de este tipo de dispositivos. Esta “tecnología para vestir”, si bien sigue siendo más utilizada en jóvenes, para los adultos mayores pasó en sólo 4 años de un 6,5% al 22%.
Según las estimaciones de la consultora, aproximadamente 56 millones de personas utilizan wearables al menos una vez al mes. Este porcentaje es posible que crezca hasta el 30% en los próximos años.
Últimos estudios de sistemas de monitorización
En los últimos estudios de mercado publicados en EE.UU se indica que las pulseras de actividad y relojes inteligentes (63%) son con diferencia los más populares entre los usuarios adultos. Mientras que otros dispositivos más especializados, como monitores de sueño o prendas inteligentes, no alcanzan tasas de adopción significativas.

Con respecto al tipo de datos que se recogen con estos dispositivos de monitorización, otro estudio reciente concluye que las métricas de mayor interés para los usuarios son las relacionadas con la forma física. Destacando sobre todo el número de pasos/día (59%) seguido de las relacionadas con los entrenamientos o el rendimiento deportivo.

En personas con discapacidad o dependencia resulta de gran interés poder monitorizar la actividad del paciente . Si sale a comprar el periódico, si sube o baja escaleras, si camina o si lleva una vida demasiado sedentaria. Y analizar cómo cada una de estas situaciones influye en diversos parámetros.
Elementos clave para elegir el dispositivo de monitorización
A la hora de elegir un modelo de wearable para personas con discapacidad o dependientes, hay que fijarse en sus características y tener en cuenta algunos detalles importantes.
El principal es que tenga la función de detección de caídas. Se trata de un sistema que detecta el momento en el que el usuario cae al suelo y emite una alarma sonora. Si el usuario no responde a este aviso y confirma que se encuentra bien, automáticamente el dispositivo se pondrá en contacto con el 112, indicando las coordenadas del usuario además de un mensaje pregrabado indicando que ha sufrido un accidente y no responde a las llamadas.
Por otro lado, es importante que tenga sensor de ritmo cardíaco. Este elemento es básico en cualquier reloj inteligente. Por lo que la mayoría de los modelos disponibles en el mercado contará con dicha funcionalidad. Pero algunos ya cuentan además con función ECG que permite realizar un electrocardiograma en tiempo real, lo cual es ideal para prevenir posibles problemas cardíacos como arritmias.
Si lo que nos interesa es la geolocalización, hay cada vez son más dispositivos creados con este fin. Una compañía japonesa (Wish Hills) ha creado unos zapatos, los “GPS Dokodemo Shoes”, para ayudar a localizar a personas mayores si se pierden. Resultan interesantes ya que es frecuente salir a la calle sin reloj, pero difícilmente una persona sale sin calzado.
Algunas pulseras dan información muy básica, pero una vez conectadas a otros dispositivos pueden ampliar notablemente sus capacidades. Por ejemplo, para el control de la respiración, análisis de orina o control de glucemia de manera no invasiva. Este tipo de funciones están ya en desarrollo y es previsible que se vayan incorporando a los wearables en los próximos años.
Conclusión
En conclusión, el uso de dispositivos de monitorización en personas con discapacidad o dependencia está en pleno desarrollo y crecimiento, a la vez que van desapareciendo las barreras que ofrece esta tecnología a los no iniciados. La incorporación de dispositivos a la vida diaria ofrece incontables posibilidades para prevenir y detectar posibles problemas, así como para mejorar la calidad de vida de estas personas.
El impacto de los sistemas de monitorización en personas con discapacidad o dependencia I
Hoy en día la tecnología y los sistemas de monitorización ya está integrados en nuestra vida cotidiana y muchas personas dependientes o con algún tipo de discapacidad llevan alguna clase de dispositivo localizador. Además, incluye habitualmente un botón que alerta en caso de un accidente o emergencia.
Un paso más en la integración de la tecnología relacionada con la salud es la que incorpora dispositivos electrónicos en prendas de ropa (camisetas, calcetines, calzado) y también en complementos (gafas, auriculares, cinturones, pulseras o relojes).
Es lo que denominamos como wearables, un anglicismo que hace referencia a dispositivos que llevamos sobre nuestro cuerpo. Estos sensores electrónicos y aparatos “vestibles” son cada vez más comunes en nuestro día a día. Se pueden adaptar a elementos cotidianos como gafas, relojes o diversas prendas de ropa para ofrecernos diferentes funcionalidades.
Si bien puede parecer paradójico, dada su naturaleza tecnológica, uno de los grupos de población que más se están beneficiando de estos desarrollos, sobre todo los relacionados con la salud, es el de las personas mayores, así como las personas dependientes o con discapacidad.
Como ejemplo, podemos destacar que el 69% de las personas de 60 a 69 años y el 36% de los mayores de 70 ya utilizan internet con regularidad. De manera que no podemos decir que ningún dispositivo sea demasiado “moderno” para ninguna persona, siempre que este se adapte a sus necesidades y que su uso tenga una curva de aprendizaje asequible para el usuario.
¿Por qué son interesantes los dispositivos de monitorización?
La ventaja es que el uso de esta tecnología es menos invasivo, ya que no requiere cables ni adhesivos para monitorizar nuestras constantes. Por ejemplo, las personas con diabetes pueden beneficiarse de prendas inteligentes con sensores que controlan la cantidad de glucosa y dispensadores electrónicos que inyecten automáticamente la cantidad de insulina necesaria. Al mismo tiempo, todos estos sensores pueden recoger y almacenar los datos que generan y enviarlos por Internet a otros dispositivos, incluidos los de nuestro médico.
Incluso existen las “joyas inteligentes”, que tienen las mismas funciones. Por ejemplo, contar los pasos que damos, la distancia recorrida, medir el movimiento mientras dormimos, etc. Pero pueden combinar mejor con nuestra vestimenta habitual. Así, un collar, un brazalete o incluso un anillo pueden incorporar podómetros y otros sensores para medir nuestro movimiento.
Esto permite una integración aún más natural en el uso cotidiano, pudiendo adaptarse a los hábitos e incluso los gustos personales de cada usuario. Eso sí, también hay que tener en cuenta la relación entre diseño y funcionalidad, y comprobar si esa “joya” o complemento es, por ejemplo, resistente al agua o a los golpes.
Tecnología para mejorar nuestro bienestar
Existen muchas clases de dispositivos que nos pueden ayudar, sobre todo en el ámbito doméstico. Entre ellos, enumeramos los más importantes:
Teleasistencia
El más común y extendido actualmente, presta un servicio preventivo de asistencia domiciliaria, inmediata y permanente para las personas mayores, con discapacidad o con dependencia. Su función es movilizar los recursos tecnológicos y sociales para resolver en el menor tiempo posible cualquier situación de emergencia.
La Teleasistencia domiciliaria suele consistir en un pulsador de comunicación remoto, homologado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Incorpora un altavoz y un micrófono sensible que proporciona cobertura en el domicilio. Una vez conectado, el usuario solo tiene que presionar el botón para entrar en comunicación y solicitar ayuda.
El servicio móvil se presta a través del propio móvil del usuario y está operativa las 24 horas del día, todos los días del año, tanto dentro del domicilio como en el exterior. En caso de que el usuario tenga una incidencia y necesite llamar, pulsando el botón verde, será atendido por la Unidad de Apoyo. Ésta gracias a un potente sistema de geolocalización será capaz de localizar al usuario en tiempo real, y podrá poner en marcha los recursos necesarios.
Asistentes digitales
Más modernos y sofisticados, son los sistemas de monitorización de bajo coste. Se comercializan habitualmente en forma de altavoz con conexión inalámbrica. No están pensados tanto para situaciones de emergencia, como para proporcionar confort al usuario en su hogar.
Estos sistemas de monitorización nos ofrecen diversas aplicaciones y beneficios:
- Control de la domótica: Luz, persianas, cortinas, televisión…
- Actividades de ocio: Música, radio, lectura de audiolibros…
- Comunicación: Manejo de telefonía a distancia
- Resolución de dudas o problemas sencillos: Consultas a Google, Alexa (Amazon), Siri (Apple)…
- Acompañar en la rutina diaria, haciendo que las personas no se sientan solas.
Sensores de sueño
Dentro de los sistemas de monitorización podemos encontrar los sensores de sueño. Útiles para llevar un control de cómo dormimos, si bien no siempre una pulsera o smartwatch resultan adecuados. Por ejemplo, hay veces que tenemos que poner el dispositivo a cargar de manera que no podemos usarlo durante la noche. También hay personas a las que les puede molestar su uso mientras duermen.
Para ello existen varios dispositivos, como:
- Beddit (Apple) o Sleep Analyzer (Withings), en forma de banda que se coloca sobre el colchón. Permiten un análisis avanzado del sueño y detectar problemas como ronquidos o incluso apnea del sueño.
- Pijama inteligente: Desarrollado en colaboración con la Universidad de Massachusetts, puede monitorizar los latidos de corazón, la respiración y la postura al dormir, si bien aún no está disponible comercialmente. Existen alternativas como el e-skin Sleep & Lounge (Xenoma).
- Pañal inteligente (Smardii): Pensado para personas con discapacidad o dependientes que no controlan esfínteres. Posee químicos que detectan y registran características de la orina, posibilitando, por ejemplo, detectar una infección. Igualmente, y al igual que el pijama y el chándal, el sensor también es capaz de detectar la temperatura corporal, registrar la calidad del sueño y enviar alertas en caso de caídas o accidentes.
Pulseras de actividad y relojes o smartwatches
Este tipo de dispositivo de monitorización permite posibilidades como geolocalización, acelerómetro para detectar posibles caídas, medidor de la frecuencia cardiaca e incluso presión arterial (algo que cada vez incluyen más fabricantes). Estos dispositivos evitan el sesgo del “autoengaño” por parte del usuario, resultando de gran ayuda para los profesionales de la salud a la hora de conocer las mediciones reales de sus pacientes, ya que no dejan manipular las mediciones y proporcionan así datos puramente objetivos.
COHOUSING ¿moda o una nueva opción de vida?
Vivir en una vivienda digna y adecuada es uno de los derechos fundamentales más necesarios, que recoge además el artículo 47 de nuestra Constitución. Y por ello, este derecho lo debemos que aplicar hasta el final de nuestros días.
La idea del término inglés “cohousing” nace con el objetivo de proporcionar un modelo de vivienda diferente. Se trata de compartir cuidados y tareas con un grupo de personas con valores afines y una forma de vivir similar. En definitiva, un modelo de vida que permita disfrutar en plenitud de los años de vida en los que se necesite más apoyo.
Origen del Cohousing: una solución original a la vivienda
La primera iniciativa de este tipo en España se llevó a cabo en el año 2013 en la localidad de Torremocha del Jarama, en Madrid. El concepto de vivienda colaborativa (aunque no destinado a personas mayores) apareció en la década de los 70 en Suecia, Holanda y Dinamarca. Más tarde se extendió a Estados Unidos sobre los años 80 y hoy día es un modelo de vivienda conocido en nuestro país.
Cuando una persona se hace mayor por determinadas circunstancias ya no es capaz de seguir viviendo en su propia casa. Hasta ahora, había dos alternativas principales: irse a vivir a una residencia de mayores, o a casa de algún hijo o familiar. Pero ambas opciones tienen inconvenientes, que además de los económicos, afectan a veces a la libertad o independencia de las personas.
La opción de la residencia de mayores no está al alcance de todas las familias. El coste de una plaza es elevadísimo y hay quien no puede permitírselo. Y la idea de vivir con los hijos no suele gustar demasiado a las personas mayores. Ellos sientes que suponen una “carga” para los hijos y además ellos pierden autonomía y toma de decisiones.
Es por ello que surge con más fuerza esta tendencia del cohousing. Y a partir de este momento habrá que tomar en cuenta esta nueva opción. Además está ganando adeptos dentro de las personas que buscan mantener una independencia aunque necesiten apoyos que antes no precisaban.
¿Qué es Cohousing y por qué apostar por este modelo?
La traducción literal de Cohousing a nuestra lengua es covivienda. Es un tipo de vivienda de cooperativa compuesta de casas complementadas y agrupadas con amplios espacios comunitarios. En muchas de estas comunidades suelen incluirse huertos y otros jardines naturales que son cultivados y cuidados entre todos.
El principal objetivo es garantizar la autonomía personal, cosa que en ViveLibre nos encanta. Además, se comparten aficiones y cuidados por un grupo de iguales que entiendan sus necesidades y participen en la vida común.
En el cohousing son los propios residentes los que diseñan y gestionan la comunidad en función de las necesidades del grupo. Ellos modelan la casa a su medida, así como las actividades que van a realizar. También definen sus necesidades para que el modelo de vivienda sea eficiente y sostenible.
Además, se reparten las tareas con la intención de que todos colaboren, cooperen y se cuiden entre sí. Por este motivo, este tipo de viviendas permite luchar contra el aislamiento y la soledad. Incluso recupera las relaciones entre vecinos y promueve el envejecimiento activo y saludable.
Manos a la obra
Para poner en marcha una idea de este tipo hay que seguir tres pasos principales:
- Lo primero que hay que definir es el modelo de convivencia.
- Una vez bien definido, se deberán buscar socios y suelo para construir.
- Finalmente se trataría de encontrar la financiación adecuada.
El tiempo medio desde que se inicia el proceso suele ser de 6 años. Actualmente son varias las iniciativas de este tipo que se están llevando a cabo en nuestro país. En algunas comunidades autónomas tienen listas de espera debido al éxito que están teniendo entre nuestros mayores.
En nuestra opinión, ésta es una elección más que debe tener en cuenta cualquier persona mayor que esté valorando dónde y cómo quiere vivir. Cualquier modelo que fomente la independencia y mejore su calidad de vida sin descuidar su seguridad es siempre una buena idea.
Tecnología para nuestros mayores
Durante el proceso de envejecimiento se producen una serie de cambios que afectan tanto a nivel biológico como psicológico de la persona. Las personas mayores tienden a perder algunas de sus capacidades. Su competencia auditiva disminuye, los problemas visuales aumentan con la edad y suele aparecer un progresivo deterioro cognitivo y motor. Pero esto no quiere decir que tengan que perder su autonomía y su independencia. Lo que más valoramos los seres humanos es nuestra libertad, y hay que intentar conservarla el mayor tiempo posible. Nuestro equipo de ViveLibre gracias a la tecnología pretende dotar a todas las personas mayores que lo necesiten de las herramientas que les ayuden a conseguirlo.
Tecnología en el ámbito de la salud
Las nuevas tecnologías aportan al conjunto de la sociedad multitud de ventajas y beneficios que hasta hace muy poco no habíamos imaginado. Todas las aplicaciones que se van desarrollando nos facilitan nuestro día a día en diferentes aspectos. Para las personas mayores juegan un importante papel en su vida, ya que les ayuda a disfrutar plenamente de sus derechos y les permiten prolongar su vida en su entorno natural con mayor seguridad.
La mayoría de los avances tecnológicos que han ayudado a este colectivo han sido los enfocados a mejorar la salud y calidad de vida de las personas con enfermedades crónicas que necesitan un seguimiento diario. Una de las principales ventajas, es poder monitorizar la salud de estas personas a la vez que favorecer su autonomía. Llevar un seguimiento de la tensión, la glucosa, el ritmo cardíaco, la calidad de sueño, son básicos para las personas mayores puedan vivir con mayor tranquilidad.
Y fuera del ámbito de la salud, podemos encontrar otro tipo de tecnologías que también han ayudado mucho a las personas mayores. Es la tecnología enfocada a hacer más fácil las tareas diarias del hogar, como los robots de cocina o aspiradores.
La visión de ViveLibre
Tenemos que deshacernos de la idea de que las nuevas tecnologías no están hechas para las personas mayores. Es verdad que algunas de ellas tienen ciertas dificultades para adaptarse a los cambios. Por eso hemos creado una aplicación en la que no es necesario tener grandes conocimientos sobre las nuevas tecnologías. La App está pensada para que únicamente la persona que necesita algún apoyo, tenga que pulsar un botón para ser atendido por nuestra Unidad de profesionales. Desde allí se le prestará la ayuda que necesite en función de sus necesidades particulares. El contacto personal con nuestros expertos de la Unidad de Apoyo proporciona al usuario la tranquilidad que necesita.
La sencillez a la hora de utilizar la aplicación es lo que caracteriza a ViveLibre, porque las nuevas tecnologías también piensan en las personas mayores.
Otro aspecto sumamente importante que hay que tener en cuenta es el respeto por la privacidad de la persona, sea cual sea su edad. Es algo que el equipo de Vivelibre cumple estrictamente. La tecnología no es sinónimo de intrusismo. El usuario es el que decide sobre su vida y, por lo tanto, también sobre los apoyos que quiere recibir. El decide en todo momento cómo quiere ser apoyado y por quién. Por ello, debe ser quien autorice hasta qué punto cede sus datos y a quién lo hace.
Las nuevas tecnologías por tanto, no están reñidas con la edad. Gracias a ellas, las personas mayores mejoran su calidad de vida, promueven su autonomía, se mantienen activos y fortalecen su independencia.