Enfermedad crónica y depresión en personas mayores
Aurelio se levantaba pronto por las mañanas, desayunaba con ganas su vaso de leche y sus galletas. Una vez ya arreglado, salía a dar una vuelta por el barrio. Algunas mañanas hacía algo de compra, por si venían los nietos a merendar o para preparar esas lentejas tan ricas que tanto le gustaban a su hija María. Otras mañanas, cogía el metro y se iba a visitar a algún compañero. O se quedaba en casa dedicando tiempo a sus aficiones: pintar maquetas de aviones de combate. Y sus plantas, en su terraza, no era mucho el espacio, pero ya se había atrevido a tener su jardín vertical.
Y así transcurrían las mañanas de Aurelio. Por las tardes, otras actividades, se había apuntado a un curso de fotografía, con frecuencia recogía a sus nietos y los llevaba al parque, y si había fútbol, se quedaba con los amigos a cenar en el bar. Pero todo esto era hacía un año.
Aurelio ahora vive sus días de otra forma. Se ha sumido en una profunda tristeza y desgana desde que una enfermedad crónica apareció en su vida.
Todo comenzó con unos temblores y unos dolores musculares. Sus hijos lo acompañaron al médico y después de varios exámenes, el diagnóstico estaba claro: enfermedad de Parkinson. Los síntomas eran leves y su médico le explicó el tratamiento, las expectativas, e intentó calmar sus preocupaciones y despejar sus dudas.
En principio todo parecía relativamente normal, más allá de la medicación que tomaba y algunos cambios que había tenido que asumir en su vida. Pero poco a poco, sus ganas de aprender y hacer cosas no eran suficientes para que saliera a la calle. En sus oídos, retumbaban las palabras del médico: “… de momento no existe una cura”.
Diagnóstico: enfermedad crónica
Esta es la historia de Aurelio, pero podría ser la de cualquier persona afectada por una enfermedad crónica como son la diabetes, fibrosis, demencia senil o enfermedades cardíacas, entre otras. Estas enfermedades pueden aumentar las posibilidades de desarrollar algún tipo de afección mental.
Es habitual que, tras recibir un diagnóstico poco favorable, tras un ingreso hospitalario urgente o en períodos de dolor, el estado de ánimo del paciente decaiga o pase por momentos de ansiedad, angustia y tristeza. Los pacientes que conviven con una enfermedad crónica, sin embargo, tienen que añadir la incertidumbre y la preocupación. Tienen que aprender a sobrellevar una enfermedad que no tiene un carácter puntual y que, en la mayoría de los casos, en mayor o menor medida, modificará sus vidas. Surgen nuevos límites en el día a día, los ajustes de medicación no son sencillos de llevar e incluso algunas medicaciones tienen efectos secundarios.
Pero si pasado un tiempo prudencial, el paciente no se ha adaptado a la nueva situación, no ha introducido o aceptado los cambios necesarios en su vida para seguir disfrutando de buenos momentos, y no lo exterioriza ni lo comparte con los más allegados, es probable que hablemos de depresión, estrés u otros trastornos.
Cuando la enfermedad produce patologías mentales
La Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) junto con el Real Patronato sobre Discapacidad refleja, en un informe elaborado tras analizar los factores relacionados con las enfermedades crónicas en adultos mayores de 65 años, que el estrés, la depresión y la ansiedad son algunas de las dolencias que más influyen en los mayores con enfermedades crónicas.
La POP pone de manifiesto la necesidad de tener en cuenta al paciente con todas sus circunstancias tanto clínicas, emocionales o sociales y tratar de forma global la pluripatología que presenta.
Dentro de las iniciativas planteadas para atenuar el menoscabo emocional de estos pacientes, destaca el diseño de intervenciones de integración en su comunidad y se propone “la universalización de la atención psicológica en el sistema público de salud y la incorporación de las necesidades particulares de las personas mayores y sus familiares en el diseño de los protocolos de intervención psicológica”.
Porque, como diría Kabat-Zinn, “no puedes parar las olas, pero puedes aprender a surfear”. Y en eso estamos todos. Enfrentándonos a los problemas de salud con todo aquello que pueda ayudarnos a asimilarlo y darnos la mejor calidad de vida y bienestar posible.